La noche del domingo dejó a Juntos por el Cambio sumido en un mar de interrogantes y desilusiones. ¿A quién culpar por este revés electoral? ¿Quién cometió los errores que llevaron a este desenlace? Estas preguntas resonaban en el ambiente, impregnado de desconfianza y desencanto.
Hace un año, Horacio Rodríguez Larreta emergía como el candidato con la mayor intención de voto. Las próximas elecciones parecían un mero trámite frente a un gobierno que acumulaba indicadores económicos negativos y que se encontraba políticamente debilitado tras la pérdida en las elecciones de medio término. Esto, a su vez, parecía sentenciar el fin del diálogo entre el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta y mentora, Cristina Kirchner. Incluso se llegó a mencionar la posibilidad de una Asamblea Legislativa en algún momento del año pasado. ¿Qué podía salir mal para la oposición?
Con el paso de los meses, Patricia Bullrich se consolidó como candidata. Se afirmaba que la competencia con el alcalde porteño fortalecería a ambos y que el próximo presidente surgiría de este pulso. Era solo cuestión de tiempo. Sin embargo, la disputa se adentró en terrenos ambiguos. Los candidatos que recorrían el país recibían un ruego casi implorante: «No se peleen entre ustedes». Aunque lo reconocían, no le prestaban la atención debida.
No lograron ponerse de acuerdo, por ejemplo, en la elección del candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, una posición crucial representando el 38 % del padrón nacional. Bullrich y Larreta se obstinaron y nominaron a sus propios candidatos, sin considerar que la contienda con Axel Kicillof no sería una tarea sencilla. El actual gobernador se impuso de manera contundente, superando por casi 20 puntos a Néstor Grindetti, el intendente de Lanús, un distrito donde también sufrió una derrota Diego Kravetz, su delfín en la sucesión.
A la par de las contiendas internas en Juntos, evidentes y en ocasiones casi exhibidas como un espectáculo frente a una sociedad hastiada de la clase política, surgió un actor inesperado, disruptivo y dispuesto a todo: Javier Milei. Hubo señales de que este libertario podría convertirse en un cisne negro, pero tampoco se le prestó la debida atención.
La contundente derrota electoral de anoche fue un golpe devastador para los líderes del espacio, quienes se enfrentan a la ausencia de una segunda vuelta y a la peor actuación electoral de Juntos por el Cambio desde su formación en 2015. Esta podría ser, quizás, la despedida de la fuerza tal como fue concebida.
Las críticas internas no tardarán en emerger, si es que no lo han hecho ya en esta madrugada, cuando los miembros del espacio regresaron a sus hogares y se sumieron en conversaciones a través de WhatsApp en busca de explicaciones. Esto apenas comienza. Incluso antes de conocerse los resultados oficiales, el ambiente estaba cargado de tensión. «Cometimos un grave error en el último año y ahora estamos pagando las consecuencias», expresaron las voces más sensatas. Pero ya era tarde. El espacio podría enfrentar una agudización de su crisis antes de la segunda vuelta, programada para el 19 de noviembre. La división ya no se trata de una cuestión de leyes, como lo fue en el pasado, sino del futuro de la República.
Con los resultados electorales aún candentes y sin tiempo para recuperarse de semejante golpe, los líderes de Juntos por el Cambio deberán tomar, a partir de hoy, una decisión crucial: apoyar a Sergio Massa o al libertario Milei. En sus primeras palabras públicas en Parque Norte, Bullrich hizo un llamado a preservar la unidad: «Quiero decirles que siempre, junto a todos los que somos parte de esta fuerza, vamos a representar los valores de los que hoy nos votaron y de muchos argentinos que quizás en el corto plazo vuelvan».
En el escenario, Mauricio Macri aplaudía, pero en las últimas semanas muchos comienzan a verlo como uno de los responsables directos de esta debacle. El ex presidente compartió con sus allegados que el PRO debe reunirse para tomar una decisión conjunta. No será una determinación sencilla. ¿Le abrirán el camino a Milei? Macri, a título personal, siente la tentación de hacerlo. Comparte muchas de sus ideas y siente aversión hacia Massa. No obstante, reconoce que representa un riesgo para la cohesión del grupo.
Asociarse al kirchnerismo también es un riesgo, dado que este quedó a las puertas de una quinta administración nacional. Con una inflación interanual del 138 %, las reservas del Banco Central en 8 mil millones de dólares en negativo y un dólar por encima de los 1.000 pesos, cifras que contrastan con los 300 pesos de hace apenas un año cuando asumió Massa en agosto. Todo esto se suma a la corrupción que se evidenció en la Legislatura bonaerense, transmitida por televisión en el caso Chocolate, así como la ostentosa exhibición en Instagram de un yate en el que Martín Insaurralde paseaba por Marbella con una modelo.
El ministro de Economía, como era de esperar, no perdió tiempo. En su discurso en el búnker de Chacarita, donde apareció solo en el escenario, dejando en claro su distancia de la dirigencia kirchnerista tradicional y de La Cámpora, extendió una mano a la Unión Cívica Radical. Hizo hincapié en la educación pública como bandera y en la defensa de la democracia. En privado, ya ha intercambiado mensajes con sus principales líderes. Mantiene una fuerte amistad con el presidente radical, el jujeño Gerardo Morales. Ambos comparten una aversión hacia Milei. Massa hizo un esfuerzo adicional para seducir posibles aliados: no mencionó a Cristina Kirchner ni a Alberto Fernández.
En Juntos por el Cambio, se observan coqueteos tanto con Massa como con Milei, aunque surge una tercera opción. Se dice que Larreta habría decidido declararse prescindente y hasta podría anunciar que votará en blanco. Habrá que esperar para confirmarlo. Ya ha expresado que es amigo de Massa desde hace 30 años.