Durante meses, la discusión sobre el cronograma electoral se convirtió en una batalla intestina entre el cristinismo más duro y el gobernador Axel Kicillof. Hasta hace unos días, los sectores más fieles a CFK sostenían con firmeza la bandera de las elecciones concurrentes. Insistían con proyectos en ambas cámaras de la Legislatura bonaerense, incluso cuando el Gobernador ya había firmado el decreto de desdoblamiento. Un forcejeo sin destino, condenado por la realidad política: el cristinismo no tenía los votos para imponer su voluntad.
Consciente de ese límite, CFK optó por un giro. Instruyó a sus leales Teresa García y Facundo Tignanelli a retirar los proyectos legislativos que impulsaban las elecciones concurrentes. Además, pidió explícitamente respaldar la suspensión de las PASO, tal como propone el oficialismo bonaerense. La decisión no fue menor: implicó retroceder para evitar una fractura mayor. En el Instituto Patria lo resumieron con una frase clara: “Fue un borrón y cuenta nueva”.
Pero no se trató de un simple gesto de cortesía. Fue una tregua táctica. El cristinismo cedió porque entendió que la división solo pavimenta el camino para el ascenso de la alianza Milei-Macri en la provincia de Buenos Aires. En ese tablero complejo, Cristina no solo bajó el tono, también envió señales hacia el interior del Frente de Todos. Admitió que su sector debía frenar la ofensiva contra Kicillof y, al mismo tiempo, buscar refugio en una unidad mínima que permita sostener poder de cara al proceso electoral.
La decisión de CFK también responde a una lectura estratégica: no tenía los 2/3 necesarios para avanzar en el Congreso provincial. Y en política, nadie expone sus debilidades en público. El gesto fue interpretado como “bondadoso” en su entorno. No casualmente, días atrás, la ex presidenta mantuvo un encuentro con Verónica Magario, vicegobernadora y dirigente de peso en la tercera sección electoral, donde Cristina quiere jugar como candidata a diputada provincial.
Ese movimiento también sacudió las placas tectónicas del tablero peronista. Fernando Espinoza, intendente de La Matanza, juega en las dos canchas: respalda a Kicillof, pero no rompe con Cristina. No le conviene. Nadie quiere ser el que quede solo cuando las definiciones se aceleren. Desde el núcleo duro del PJ Nacional sostienen que el objetivo es claro: terminar con la interna y enfocar todas las energías en el armado electoral.
En este contexto, las posibilidades de una ruptura real comienzan a disiparse. El kirchnerismo sigue atravesado por tensiones y recelos, pero el pragmatismo —ese músculo que tantas veces le permitió sobrevivir al peronismo— vuelve a activarse.
En el Movimiento Derecho al Futuro, el espacio de Kicillof, destacan la cordura de la decisión. “La carta fue agresiva, pero primó la sensatez”, señaló uno de sus dirigentes. Admiten que el enfrentamiento por el calendario electoral era una pérdida de tiempo y recursos. Aun así, no bajan la guardia: desconfían del verdadero alcance de la tregua, y miran con atención cada movimiento del Instituto Patria.
El escenario que se perfila ahora es el de una unidad forzada, sin PASO como válvula de escape. La Cámara de Diputados bonaerense votará esta semana la suspensión de las primarias, y el Senado podría hacer lo propio la semana entrante. Sin internas, quedan dos caminos posibles: negociar una lista de unidad o construir una gran interna partidaria dentro del marco de Unión por la Patria, algo que parece improbable dada la fragmentación y multiplicidad de actores.
En ese marco, Cristina se prepara para ser candidata. Sus palabras públicas lo anticipan, y en su entorno aseguran que, si compite, lo hará por la tercera sección electoral. Y lo hará en una lista de unidad, sin PASO mediante. ¿Por qué jugar una elección seccional y no nacional? La respuesta está en la lógica de la campaña: ambas instancias serán nacionalizadas, pero en octubre se define la primera minoría en el Congreso de la Nación. Cristina, como siempre, juega a fondo.
Del otro lado, Sergio Massa también aparece en el radar: podría encabezar la lista de senadores por la primera sección electoral. Si ambos saltan al ruedo, el gobernador Axel Kicillof tendrá un desafío mayúsculo: cómo sostener su protagonismo político en medio de una campaña donde CFK y Massa podrían acaparar el foco. ¿Habrá espacio para que su figura crezca o quedará relegado al rol de coordinador de una coalición que no termina de alinearse?
Desde el kicillofismo miran con atención lo ocurrido en Santa Fe, donde el desdoblamiento electoral fue beneficioso para el oficialismo y perjudicó a La Libertad Avanza. “En el retroceso, ella intenta colocarse por encima de la situación. Pero la realidad es que son cada vez menos y se dieron cuenta de que el desdoblamiento funcionó”, dijo uno de los estrategas cercanos al Gobernador.
Sin embargo, el dato más llamativo sigue siendo la ausencia de diálogo directo entre Cristina y Kicillof. Se comunican por gestos, por terceros, por posteos. Nada fluye con naturalidad. El peronismo bonaerense, mientras tanto, intenta recomponerse. Busca ordenarse antes de perder la provincia más grande del país. En ese intento, todo gesto vale, pero no todo gesto alcanza. Porque en el fondo, como siempre, nada es del todo lo que parece. Y el fuego, aunque cubierto de palabras, sigue encendido.