El Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM), concebido como una herramienta para garantizar condiciones dignas a los trabajadores, se ha consolidado como el mayor perdedor en la batalla contra la inflación durante 2024. En términos reales, ha sufrido una caída del 18%, superando la pérdida acumulada bajo las dos administraciones anteriores.

Según la Resolución 17/2024 de la Secretaría de Trabajo, publicada recientemente en el Boletín Oficial, el SMVM en diciembre de este año se fijó en $279.718 mensuales, o $1.399 por hora para los trabajadores jornalizados. Esta cifra representa un incremento anual del 79,3% respecto de los $156.000 que regía en diciembre de 2023, pero queda lejos de equiparar una inflación estimada en torno al 120%. La brecha también se ensancha frente al aumento de la canasta básica de pobreza, proyectada en un 105%.

Impacto y alcance del SMVM

El salario mínimo tiene un alcance directo sobre los trabajadores registrados que perciben remuneraciones inferiores a dicho umbral, y también actúa como referencia para los empleados no registrados o informales, que representan casi el 40% del total de asalariados en el país. Además, su influencia se extiende al sistema previsional: quienes se jubilaron con 30 o más años de aportes, sin recurrir a moratorias, tienen derecho a cobrar el 82% del SMVM. Sin embargo, en diciembre de 2024, ese porcentaje ($229.368) resulta inferior al haber mínimo vigente de $259.599, eliminando cualquier posibilidad de ajuste en este segmento.

Por otra parte, el SMVM incidía hasta hace poco en el cálculo de la exención del Impuesto a las Ganancias para quienes percibían menos de 15 salarios mínimos. No obstante, esta normativa fue derogada tras una reciente votación en el Congreso, diluyendo aún más su impacto positivo en los ingresos de los trabajadores.

Un salario que no cumple sus principios

La Ley de Contrato de Trabajo define al SMVM con tres características esenciales: debe ser la remuneración mínima que permita al trabajador afrontar necesidades básicas como alimentación, vivienda, educación, vestimenta, salud, transporte, esparcimiento, vacaciones y cobertura previsional; debe percibirse en efectivo y sin descuentos indebidos; y debe ajustarse periódicamente para reflejar las variaciones del costo de vida.

La realidad económica de 2024, sin embargo, expone el incumplimiento de todos estos principios. Lejos de garantizar un nivel de vida digno, el SMVM se encuentra desfasado frente al costo de los bienes y servicios esenciales.

Un retroceso histórico

Un informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) subraya que el SMVM actual se ubica en niveles inferiores a los registrados durante la mayor parte de la década de 1990 y en la crisis final de la convertibilidad, cuando esta herramienta había sido virtualmente abandonada. “Si no hubiese ocurrido la pérdida de poder adquisitivo que se ha acumulado desde fines de 2015, en octubre pasado el salario mínimo habría superado los $590.000, medidos en pesos constantes, representando un 143% de la canasta básica alimentaria”, advierte el informe.

La situación actual plantea serias interrogantes sobre el papel del SMVM como instrumento de protección social y reducción de desigualdades. En un contexto donde la inflación y la pobreza continúan en ascenso, la revisión de las políticas salariales no solo resulta urgente, sino imprescindible para garantizar que el salario mínimo recupere su función básica: asegurar condiciones de vida dignas para todos los trabajadores argentinos.