El jueves, Caracas vivió una jornada extraordinaria desde las 10 de la mañana, paralizada por el estruendo de cornetas, bocinas de motos y banderas ondeando al ritmo de salsa y reguetón. La capital venezolana fue testigo de los multitudinarios cierres de campaña de Nicolás Maduro, quien busca su tercer mandato consecutivo, y de Edmundo González Urrutia, el candidato opositor, siempre acompañado por la popular líder de la oposición, María Corina Machado, inhabilitada por el Tribunal Electoral.

Con la elección prevista para el domingo, la tensión en la ciudad aumenta, generando expectativas porque, por primera vez en 25 años, el chavismo tiene posibilidades reales de perder el poder. Maduro había anunciado «la toma de la gran Caracas» con 12 horas de actos, incluyendo pantallas en distintos puntos de la ciudad y concentraciones en Petare y Catia, que culminaron en la Avenida Bolívar. «Voto por Maduro porque del otro lado es la derecha que nos llevará a la ruina», declaró Yliana con convicción, reflejando el sentir de muchos simpatizantes.

En contraste, González Urrutia y Machado lideraron una caravana por la Avenida Principal de Las Mercedes. Vestidos de blanco, sus seguidores ondeaban banderas y las bocinas de las motos resonaban cada diez minutos, aumentando la anticipación de la caravana opositora. El punto álgido fue el cruce de las avenidas Francisco de Miranda y José Martí, donde un cordón policial separó a la marea roja de la blanca. Beatriz Ramos, una agente de viajes que viajó desde Miami, expresó su entusiasmo: «Viajé desde Miami para votar por el candidato de la unidad y el cambio. Esto no me lo pierdo, lo estoy esperando desde hace 25 años», comentó Ramos, una de los más de siete millones de venezolanos expatriados, la mayoría de los cuales no podrán votar el domingo.

Antes de llegar a Caracas, Maduro cerró su campaña en Maracaibo, en el opositor estado de Zulia. Allí, el presidente blandió el sable de Simón Bolívar y reinauguró el área de emergencia del Hospital Universitario. Durante la campaña, Maduro advirtió sobre un posible «baño de sangre» si la oposición ganaba, lo que le valió críticas de ex aliados como el presidente brasileño Lula Da Silva. Alberto Fernández, presidente de Argentina, reveló que el gobierno venezolano le pidió no asistir como veedor debido a su declaración de que Maduro debe aceptar una posible derrota. Gabriel Boric, líder socialdemócrata chileno, también criticó a Maduro, quien mantuvo un tono amenazante en su discurso de cierre de campaña: «O habrá paz o se acabará la tranquilidad». Sus seguidores coreaban «Fascistas, no volverán», reflejando la polarización del país.

En su discurso, Maduro destacó supuestos logros económicos, culpando al bloqueo económico de los problemas actuales. Sin embargo, la economía dolarizada y los salarios bajos han hecho florecer a los vendedores ambulantes en Caracas, vendiendo merchandising de ambos bandos. Las calles se llenaron de gorras a cinco dólares para los chavistas, vinchas a un dólar con la inscripción de María Corina Machado y cornetas para ambos bandos a menos de tres dólares.

A las 18:00, una brisa refrescó la ciudad, mientras María Corina y Edmundo González saludaban a sus seguidores desde una camioneta en Las Mercedes. Machado, luciendo un rosario que le llegaba hasta las rodillas, hizo un llamado a aquellos asilados en la embajada argentina: «Aquellos que están asilados en la embajada de Argentina, que oigan este grito de libertad», declaró, mencionando a varios dirigentes.

La oposición se muestra optimista. «Tenemos asegurada la victoria, lo vemos a lo largo y ancho de toda Venezuela», declaró González a Clarín. En el último día de campaña, prometió no despedir a empleados públicos, buscando reconciliación y afirmando que las Fuerzas Armadas respetarán la voluntad popular. «Cambiaremos el odio por el amor, la pobreza por la prosperidad y la corrupción por la honestidad», concluyó.

El miércoles, la oposición registró más de 90.000 testigos para las mesas de votación, a pesar de algunas trabas. La campaña oficial duró menos de un mes, con Maduro empapelando Caracas y dominando medios locales y redes sociales. En contraste, la oposición, sin financiamiento ni espacio en medios, utilizó celulares y contribuciones espontáneas para divulgar sus mensajes. Denunciaron cierres de locales por parte del gobierno de Maduro.

«Esta es la campaña más desigual de los procesos electorales en Venezuela, pero la ventaja que tenemos es histórica», afirmó González ante la prensa extranjera. La tensión va en aumento y tanto Maduro como Machado llamaron a votar temprano. Los cierres de campaña pacíficos son una señal positiva para el domingo, considerado un laboratorio callejero de lo que puede suceder en la elección.

La Venezuela de hoy, con una economía dolarizada y salarios pulverizados, ve en esta elección una oportunidad crucial para su futuro. Los vendedores ambulantes, los discursos fervorosos y las caravanas multitudinarias reflejan una sociedad profundamente dividida pero esperanzada en un cambio. Mientras el país espera el domingo, el mundo observa atentamente, consciente de que el resultado podría significar un punto de inflexión en la historia venezolana.