La mujer, de 58 años, sostenía en su mano el diario de este domingo, que mostraba a Trump en primera plana, con la cara ensangrentada, ya de pie, con el puño en alto, rodeado de agentes del servicio secreto, bajo un cielo azul y con la bandera estadounidense de fondo. Los videos difundidos por la televisión, los portales y las redes mostraban al magnate gritando «¡luchen, luchen!», mientras se retiraba y la multitud le respondía «¡USA, USA!».
Esta imagen se convertirá en el nuevo ícono de los seguidores de Trump y en el sello de un giro inminente en la campaña. Hasta este sábado trágico, las encuestas mostraban un empate técnico entre Joe Biden y el republicano, incluso después del desastroso debate del demócrata, donde se le vio rígido e incoherente.
Trump había alcanzado un techo electoral: tenía asegurada su fiel base de millones, pero le resultaba difícil llegar a sectores clave como las mujeres y los votantes más moderados e independientes, que son quienes definen las elecciones en este país.
En el otro lado, Biden luchaba –aún lo hace– por su supervivencia política y enfrentaba los embates de su partido, que le pedía que diera un paso al costado porque no estaría apto para gobernar. El demócrata resistía con el argumento de que es el único que puede derrotar a Trump (Biden tiene buena llegada al electorado femenino y a las minorías) y que ahora el partido debía unirse para atacar al magnate y destacar su historial de intentos de violar la democracia.
¿Y ahora?…
¿Qué hará Biden ahora? Acorralado, al menos por un tiempo, no podrá criticar con dureza a su rival ni recordar constantemente que es un convicto, y deberá moderar sus ataques para no ser visto como demasiado agresivo contra alguien que sufrió un atentado tan grave.
La campaña del presidente, que tanto luchó por mantenerlo en carrera, ahora se enfrenta a un cambio drástico. Biden tenía chances, pero –aunque falta para las elecciones de noviembre– ahora todo parece desvanecerse para él o para cualquier eventual reemplazo.
La campaña de Trump ha asumido una actitud más virulenta que el propio candidato herido, al menos por ahora. Christopher Devine, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Dayton, dijo a Clarín que “los partidarios de Trump se están uniendo, y algunos, como el aspirante a vicepresidente JD Vance, están culpando al presidente Biden y a otros demócratas de causar indirectamente el ataque. Esto, por supuesto, es absurdo, pero es revelador que republicanos ambiciosos como Vance se aprovechen de esta oportunidad para exacerbar las tensiones partidistas, en lugar de aliviarlas. Desafortunadamente, eso podría ser una señal de hacia dónde se dirigen las cosas”.
Sin embargo, Devine también señala “hay señales más alentadoras, como la llamada aparentemente amable de Biden a Trump horas después del tiroteo. Uno espera que Biden, Trump y otros líderes políticos aprovechen este momento para calmar y unificar al pueblo estadounidense, a medida que nos acercamos a las últimas etapas de la campaña presidencial. Pero dado el historial de Trump de intensificación del conflicto partidista y los esfuerzos iniciales de sus partidarios por hacer precisamente eso, desafortunadamente sospecho que el intento de asesinato sólo empeorará mucho una carrera presidencial que ya de por sí es divisiva”.
Stephen Craig, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Florida, es más escéptico: “Lo que sospecho es que los partidarios de Trump se sentirán indignados –pero la mayoría de ellos ya lo están–, mientras que sus oponentes más fuertes desearán que el tirador hubiera tenido mejor puntería. En resumen, dudo que muchos votantes se muevan de un lado a otro».
En verdad, los que odian a Trump no lo van a votar, eso es seguro. Y los trumpistas amarán más a su líder. Pero el atentado y la nueva imagen del magnate como un héroe resiliente pueden calar en el electorado más independiente y en el que no suele salir a votar.
Trump solo tiene que seguir haciendo lo que está haciendo. Hablar de unidad y presentarse como un luchador que ha vencido la adversidad, que no se rinde, una narrativa que suele atrapar al electorado estadounidense, sobre todo al votante independiente como Patty de Pennsylvania, que decidió ir a las urnas por primera vez en casi 30 años y lo hará a favor del magnate.