Sin embargo, las últimas apariciones públicas de la exmandataria demandan una lectura más local, arraigada en la tierra bonaerense, y menos vinculada a la geopolítica global. Para muchos, estas apariciones son el reflejo del «círculo rojo», un espacio de poder y decisión al que solo unos pocos tienen acceso.
Tras meses de relativo silencio, Cristina Kirchner ha protagonizado dos actos en un lapso de apenas 10 días: la inauguración de un polideportivo en Quilmes, en conmemoración de un aniversario clave en la historia política del país, y la apertura del Salón de las Mujeres del Bicentenario en el Instituto Patria.
En ambos eventos, después de un período de sintonía pre y post electoral, Cristina arremetió fuertemente contra Javier Milei. A primera vista, esto podría interpretarse como una estrategia de conveniencia mutua: la exmandataria refuerza la polarización en torno a la figura del Presidente, tal como lo hizo en el pasado con Mauricio Macri. Todo esto mientras los «terceros» miran desde afuera.
Sin embargo, estas acciones, aparentemente dirigidas hacia las elecciones legislativas de 2025 y las presidenciales de 2027, tienen un obstáculo y un objetivo previo: la interna del peronismo, especialmente en la provincia de Buenos Aires, donde se libra una batalla entre Axel Kicillof y La Cámpora.
Los bandos se han conformado, con los intendentes del Gran Buenos Aires presionando al gobernador para romper con sus (¿ex?) aliados y con Cristina Kirchner como paraguas de la agrupación liderada por su hijo Máximo.
«Cristina es La Cámpora. Y Máximo es su hijo. El que no entienda eso, no entiende a Cristina», resume un importante dirigente del PJ, que mantiene contacto regular con la exmandataria.
Otro exfuncionario cercano al kirchnerismo aporta un dato político y psicológico relevante: «Cristina está impulsando el traspaso generacional, eso está claro. Pero lo que no tolera es que se haga sin su consentimiento».
Este desafío, según la fuente, es lo que estaría enfrentando Kicillof, quien no puede aspirar a la reelección en la provincia y se perfila como una variante nacional para 2027. Su disputa con Máximo comenzó mucho antes de las elecciones de 2023, cuando el hijo de los Kirchner lo quería como candidato presidencial, dejando la gobernación a su aliado Martín Insaurralde, o incluso considerando postularse él mismo.
Sin embargo, el armado de las listas legislativas profundizó la brecha entre ellos, con un claro predominio de La Cámpora. Esta situación generó nuevos enemigos dentro del propio espacio, como Andrés «El Cuervo» Larroque, quien abandonó La Cámpora para formar su propio espacio y aliarse con Kicillof.
La disputa también involucra a figuras como Carlos Bianco, quien fue degradado por orden de Cristina en 2021 para dar lugar a Insaurralde. Este último, a su vez, también se alejó del círculo íntimo de los Kirchner debido a sus preferencias lúdicas.
El enfrentamiento entre Kicillof y Máximo Kirchner, aunque inicialmente interno, ha adquirido una dimensión pública, evidenciado en gestos políticos y conflictos privados. Kicillof ha experimentado la frialdad de algunos intendentes kirchneristas y, en un gesto simbólico, fue dejado abajo del escenario por Cristina después de una charla privada en Quilmes.
La lista de enemigos de Cristina y su círculo íntimo se amplió recientemente con la inclusión del periodista Roberto Navarro, cuestionado por su supuesta falta de apoyo al acto en Quilmes. Esta situación, según fuentes internas, podría estar relacionada con la influencia de Kicillof y la pauta publicitaria que la Provincia destina a medios afines.
Por otro lado, la inversión publicitaria también se ha convertido en un tema de debate, con una aparente inclinación hacia medios y periodistas alineados con el ideario de Milei y opuestos a Cristina.
En medio de este panorama complejo, surge la incógnita sobre el papel que jugará Cristina Kirchner en la interna peronista. Algunos especulan con una posible candidatura suya, ya sea para la presidencia del PJ nacional o para encabezar la lista de diputados en la provincia el próximo año.
En definitiva, Cristina Kirchner y su círculo mantienen un poder considerable dentro del peronismo, aunque este haya disminuido con el tiempo. La expresidenta parece estar consciente de esta realidad y, como siempre, maneja las piezas del tablero político con astucia y determinación.