Desde la óptica de los negocios y consumidores argentinos, la economía sigue siendo una montaña rusa impredecible. La reciente subida del dólar ha dejado una estela de incertidumbre en todo el país, con muchas tiendas enfrentando problemas para establecer precios de sus productos durante 72 largas horas. Ahora, los informes indican que una ola de aumentos se cierne sobre una variedad de productos cotidianos, con incrementos que oscilan entre el 25 y el 30% en fiambres, cervezas, chocolates, quesos, gaseosas y pan lactal.

En el barrio rodriguense de Villa Vengochea, una empleada de una fiambrería compartió su preocupación: «En lo que va del mes, el azúcar ha pasado de $620 a $1,200, y las lentejas de $400 a más de $1,000». En un quiosco cercano, el propietario informó que, en los últimos días, ha visto aumentos generalizados de entre el 10 y el 15% en una amplia gama de productos, desde gaseosas y cigarrillos hasta golosinas, snacks y resmas de papel. La tensión económica se agrava a medida que nos acercamos a las elecciones, con remarcaciones afectando a negocios que no están sujetos a los Precios Justos.

En las grandes cadenas de supermercados, la situación no es más alentadora. La escasez de productos básicos es evidente, en gran parte debido a las restricciones de Precios Justos que limitan los aumentos al 5% mensual por parte de los proveedores. Las góndolas presentan notables vacíos, especialmente en productos como gaseosas, cervezas, leche, yogures, aguas saborizadas, café y yerba de las marcas más reconocidas.

La escalada inflacionaria pone de manifiesto, una vez más, la ineficacia de los controles de precios para frenar las remarcaciones. El INDEC informa que en septiembre la inflación alcanzó un 12.7%, pero el rubro de alimentos y bebidas llegó al 14.3%. Mientras desde el Gobierno y el sector supermercadista se reconocen las dificultades, se niega rotundamente la existencia de desabastecimiento. «Puede faltar algún artículo específico, pero siempre hay marcas alternativas», asegura una fuente oficial.

El presidente de la Federación Argentina de Supermercados y Autoservicios (FASA), Víctor Palpacelli, coincide en que «el abastecimiento de Precios Justos está muy complicado». Con la inflación en aumento, las empresas se ven forzadas a entregar lo mínimo posible, aunque enfatiza que no hay escasez.

Durante una visita a tres sucursales de diferentes cadenas, se pudo constatar los espacios vacíos en las góndolas. Para evitar mostrar la falta de mercancía, las cadenas utilizan el «frenteo», una estrategia para ocultar la escasez. En este sentido, la encargada de una de las tiendas afirmó que «las marcas líderes no entregan prácticamente nada desde hace más de dos semanas».

A pesar de las afirmaciones oficiales, muchas empresas de la industria de consumo masivo se resisten a entregar mercancía debido a la incertidumbre electoral y la volatilidad en el mercado de divisas. Un fabricante de gaseosas, por ejemplo, ha advertido a sus clientes sobre un aumento del 35% que entrará en vigencia un día después de las elecciones presidenciales.

Precios Justos, por otro lado, se ha convertido en una especie de ficción. A pesar de los beneficios fiscales que el Gobierno ofrece a cambio de mantener los aumentos por debajo del 5% mensual, muchas empresas líderes de consumo masivo han rechazado el acuerdo, argumentando que esta pauta es inviable con una inflación de dos dígitos. Además, temen posibles denuncias en la justicia por recibir beneficios fiscales como parte del compromiso.

En un intento por eludir los controles de precios, algunas empresas han optado por estrategias de relanzamiento de productos con cambios mínimos, como ajustes en el envase, formato o ingredientes, lo que les permite evitar las restricciones impuestas por el Gobierno. La incertidumbre económica persiste, y los comercios y consumidores siguen luchando contra una realidad económica en constante cambio.